Las
Trepanaciones Craneanas De Los Paracas
Se ha comprobado que los Paracas realizaron
operaciones quirúrgicas con éxito. La presencia de trepanaciones craneanas en
restos humanos, don el cráneo había crecido sobre una placa de oro, lo
demuestra. Los médicos Paracas contaban con cuchillos especiales de obsidiana
con los que perforaban el cráneo. Finalmente,
cerraban el orificio con una placa de metal. Si el intervenido sobrevivía, el
hueso del cráneo crecería nuevamente.
Es muy probable que las operaciones se
realizaran en casos de traumatismo encéfalocraneano producto de un fuerte
golpe, posiblemente sufrido en la guerra. Aunque es factible que también se
hayan realizado para extirpar tumores u otro tipo de dolencia que los Paracas
asociaban al cerebro.
Las evidencias indican que la trepanación craneana
fue una práctica bastante común, ya que 40% de las momias de le etapa Caverna
presentan más de una perforación con la exitosa regeneración del hueso.
Tomado de “Historia
Visual del Perú”- El Comercio
¡Así Se
Practicaban Las Trepanaciones Craneanas!
La trepanación craneana es una técnica quirúrgica
empleada por los paracas, a través de la cual se intervenía al paciente que
había sufrido traumatismo craneano. Esta práctica tal vez debió surgir de la
guerra. En ella, los gruesos turbantes de algodón no siempre supieron
amortiguar los golpes contundentes de la porra estrellada de piedra. A la
ineficacia del turbante, en estos casos, se debieron los hundimientos y
astillamientos del casquete craneal, lo que acarreo el tullimiento parcial o
total del individuo, sino la perdida del conocimiento por un tiempo que podía
ser indefinido. Para combatir estos casos; y posiblemente los de algunas
enfermedades, estaba la trepanación. El cirujano empezaba por descarnar la
herida doblando el cuero cabelludo hacia fuera, a continuación limpiaba la zona
dejando a la vista el hueso magullado. Las anestesias debieron cumplir un papel
importante a estas alturas, la chicha macerada o el San Pedro (potente
alucinógeno), sirvieron para adormecer al paciente. La operación se tornaba
delicadísima, por que cualquier desliz del cuchillo de obsidiana hacía llegar
su hoja a la masa cerebral, causando un daño irreparable o tal vez la misma
muerte. Pero la mano segura del cirujano esgrimía el cuchillo con pericia,
logrando la penetración necesaria en la corteza osea, sin detrimento del
encéfalo. Hechos los dos primeros cortes, se procedía a realizar otros dos,
paralelos entre sí y perpendiculares con relación a los anteriores, a los
cuales tocaban en cuatro momentos, lográndose de este modo cortar en su
totalidad la parte del casquete dañado por el golpe. Posteriormente, siempre
mediante el cuchillo, accionándolo a manera de palanca, se hacía saltar la capa
ósea en mal estado, liberándola completamente, por lo que esa parte del cerebro
quedaba al descubierto e iluminada por vez primera por el sol. Luego, siempre
cuidando de evitar la infección, la herida era cerrada y suturada, el cuero
cabelludo volvía a su lugar y la intervención quirúrgica quedaba concluida. En
otros casos, lejos de utilizarse el sistema de los corte en el hueso, se empleó
el de la perforación sucesiva al rededor de la zona afectada. Las perforaciones
se intercalaban con nuevas perforaciones hasta que, cerrada y rodeada por los
puntos perforantes se hacía saltar a la tapa ósea y quedaba la zona para
trepanar completamente libre. El instrumental quirúrgico con el que se hacía
esta operación portentosa, es posible conocerlo el día de hoy, pues “en una de
las cavernas se encontró un paquete conteniendo cuchillos de obsidiana
provistos de sus respectivos mangos manchados de sangre junto con una
cucharilla o cureta de dientes de cachalote, roscas de algodón para proteger
las heridas, paños, vendas e hilos”. Esta práctica de la trepanación en paracas
es más extensa y perfecta que en cualquier otro lugar del mundo; su mérito
estriba en haberse efectuado “in vivo”, esto es en hombre con vida, y no “post
mortem”, en cadáver; pero la mayor gloria de la trepanación de Paracas es que
el paciente sobrevivió a la operación. Consta esto por la “callosidad osea” que
sólo se da con los años y nunca se forma en los muertos. Se trata de una
soldadura absoluta entre las paredes de los huesos cortados o perforados y la
capa de metal que, a causa de las secreciones cálcicas óseas, queda encajada,
segura e inmóvil ¡maravilla de la antigüedad peruana que tuvo por autor al
cirujano indio!.
Tomado de “Perú
Preincaico” del Dr. José Antonio del Busto